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Josep Arenas / Comunicación Social

Podemos hacer frente a la pobreza

La población considerada como pobre sigue creciendo en nuestro país, de forma que, hoy en día, una de cada cinco personas (el 20,8%)  es pobre, si consideramos que el umbral de la pobreza se sitúa en unos ingresos de 5.776 euros anuales, como establecen los organismos responsables de las estadísticas oficiales. Eso supone que en relación a 2009, la pobreza creció en 1,3 puntos.

Pero hay más, en el camino del cangrejo. Ahora, el ingreso medio por persona al año es de 9.626 euros, cuando en 2009 era de 9.865. Una reducción media del 2,4%. Lo mismo, si consideramos los ingresos por hogares, que siendo el pasado año de  25.732 euros anuales, han disminuido en un 2,9 por ciento, según  la reciente encuesta sobre condiciones de vida, realizada por el Instituto Nacional de Estadística.

La pobreza crece

La pobreza crece y además se ensanchan las distancias. Ricos, cada vez más ricos y pobres, cada vez más pobres. Un asunto que preocupa, cuando tres de cada diez hogares tiene dificultades -o muchas dificultades- para llegar a fin de mes con el dinero del que disponen y cuando cuatro hogares de cada diez no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos o cuando se aprecia que aumenta el número de los que retrasan el pago de los gastos relacionados con la casa, algo que sucede en el 7,7% de los casos.

Cada uno de nosotros nos hacemos una imagen distinta de la persona pobre. Tal vez, la del hombre que aguarda en la puerta del supermercado o del templo, a la espera de un donativo. Pero, no es exactamente así. Realmente la pobreza se ceba en los más débiles, de forma que principalmente afecta a los mayores de 65 años, que son una cuarta parte de estos pobres (el 24,6%) y a los niños –los menores de 16 años- que son otra cuarta parte (el 24,5%), con especial incidencia en las mujeres, en los jóvenes sin trabajo y en los inmigrantes.

Liderazgo y consenso

Se trata de un problema económico, no cabe duda, que podrá paliarse con una fiscalidad progresiva, en la que aporten más los que más tienen, y persiguiendo el fraude fiscal y la economía sumergida, pero que además requiere, para sus soluciones, de un liderazgo y de un consenso social para alcanzar la sociedad “solidaria, ética e inclusiva” que propugnaba nada menos que el Príncipe de Asturias en la entrega de los premios de este año.

Precisamente, el sociólogo premiado con el Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades,  Zygmunt Bauman,  nos alertaba del peligro de una sociedad en la que, tras las consecuencias de la crisis económica, los individuos pueden sentirse humillados en su dignidad, a causa de dos sentimientos. El primero, el sentimiento de ignorancia, por no saber, tanta gente que se encuentra en situaciones de dificultad, qué es lo que se tiene que hacer, individual y colectivamente, para salir de esta situación. El segundo, el sentimiento de impotencia que se deriva del desconocimiento de quiénes serán los agentes sociales capaces de llevar a cabo las acciones necesarias para solucionar el problema, cuya causas parecen globales. De ahí, la ecuación de Bauman, ignorancia más impotencia, igual a humillación.

Un nuevo modelo

Seguramente necesitamos de una clase dirigente abocada a un consenso contra la pobreza y de la que –más pronto que tarde- se pudiera decir, como se dijo de la selección de fútbol, estrella del acto de entrega, y que tanta ilusión colectiva generó, que es  "depositaria de unos valores: el esfuerzo, el sacrificio, el talento, la disciplina, la solidaridad y la modestia”. De momento son elogios para la Roja. Para los dirigentes políticos, no es el caso, por ahora, generalmente.  

La situación es muy complicada. Ante lo cual solo hay un camino que es el de aportar más recursos y mejores políticas sociales para que, cada uno de los individuos y de los grupos afectados por la pobreza, obtenga vías de inserción social, cultural y laboral o de prestaciones sociales y económicas, a pesar de que las administraciones públicas estén muy ocupadas en tener que controlar el déficit y racionalizar el gasto. Será necesario encontrar consensos a nivel local, entre las comunidades autónomas, en el plano del estado e internacional, para encontrar soluciones.

El valor de la cohesión social

En cualquier caso, debemos preservar, como un bien de todos, la cohesión social que tanto ha costado conseguir. Debemos ser capaces de superar esta situación y aprovechar la capacidad de las personas y de los grupos para salir con éxito de la adversidad. Debemos construir un nuevo modelo que se base en valores como la responsabilidad, la solidaridad y el esfuerzo.

Debemos salir de la crisis que padecemos y reducir de manera significativa la pobreza en nuestro país. Con dignidad y sin humillación. Podemos.

Josep Arenas

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