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Josep Arenas / Comunicación Social

La familia negociadora

La vida familiar ha experimentado un profundo cambio en las últimas décadas. Un cambio que podemos atribuir a la caída de la fecundidad y a la drástica reducción del tamaño de las familias, al  “empoderamiento” de las mujeres y al cambio en la definición de los roles dentro y fuera de la familia. Nos preguntamos si dicho cambio ha debilitado el apoyo mutuo o  si ha disminuido la solidaridad familiar.

En España al parecer no es así, puesto que según el estudio  Individualización y solidaridad familiar, dirigido por Gerardo Meil  y presentado recientemente por la obra social de la Caixa, al que nos referimos días atrás:  “Un 56% de los entrevistados cabe calificarlos de ‘familistas’ porque consideran que las generaciones deben ayudarse financieramente cuando lo necesitan, convivir con los mayores dependientes cuando ya no pueden vivir solos y que los abuelos contribuyan al cuidado de los nietos cuanto los padres no pueden hacerlo”. En otros países, este sentimiento es mucho menor, caso de Alemania (32%) o Francia (30%).

Eso no significa que siga considerándose la familia como la única responsable del cuidado de dependientes o el único recurso disponible cuando se necesita dinero. Como señala certeramente el estudio,  “Se puede identificar una tendencia hacia la redefinición de las normas de solidaridad familiar en el sentido de que, por un lado, se concede cada vez mayor protagonismo al mercado o al Estado en la provisión de bienestar y, por otro lado y en lo que se refiere al cuidado de familiares dependientes, ha pasado a ser concebido como una responsabilidad entre hombres y mujeres”.

Los cambios demográficos han dado como resultado que frecuentemente en las familias haya muchos ascendientes y pocos colaterales o descendientes, lo cual hace que: “Aumente la probabilidad de que no haya mujeres que puedan desempeñar la función que tradicionalmente han cumplido y continúan asumiendo, de facilitadoras de los contactos e intercambios de ayudas dentro de la red familiar”.

Estos cambios llevan a la sociedad española al fin del modelo de familia patriarcal y el desarrollo de la familia negociadora. ¿Por qué este término? Porque el  “empoderamiento” de las mujeres se está traduciendo en: “La negociación, más implícita que explícita, de los términos de la convivencia, de los espacios de autonomía personal dentro del proyecto de vida en común y de las responsabilidades de cada uno de los miembros de la pareja, dando lugar a una nueva clase de familia que cabe calificar de familia negociadora. Cada vez son más los aspectos de la convivencia que «hay que hablarlos» porque ya no se dan por supuestos, al no haber modelos claramente definidos y universalmente aceptados de cómo debe ser y organizarse la vida familiar, ni en las relaciones entre los cónyuges, ni en las relaciones entre las generaciones.”

Interesante aportación la que nos ofrece el estudio: La negociación de los espacios de autonomía personal dentro del proyecto de vida en común y de las responsabilidades de cada uno de los miembros de la pareja. Para reflexionar.

Josep Arenas

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