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Josep Arenas / Comunicación Social

Los enemigos del pueblo

Los casos de corrupción son tan numerosos y de tal envergadura que el ciudadano llega a sentirse abrumado y fatigado. Incluso se desentiende de su seguimiento ya que, por su complejidad, se le hace casi imposible. Salvo que, por su proximidad o por el conocimiento personal de los afectados, mantengan el interés suficiente para persistir.

He seguido estos días el caso de (presunta) corrupción en el Concello de Santiago de Compostela, donde el gobierno municipal cesó y marginó a dos funcionarios, el secretario y la interventora, por defender la legalidad en sus informes, con el objetivo de hacer las concesiones que pretendía a la empresa suministradora del agua por procedimientos presuntamente ilegales y con intereses presuntamente espurios.

Así se deduce del sumario que ha abierto un juzgado de Lugo en el que aparecen las transcripciones de las conversaciones telefónicas mantenidas por los presuntos implicados en la trama corrupta: concejales del ayuntamiento, gestores de la empresa de aguas, cargos del partido popular, cargos de la Xunta…

Una vez más, tenemos la versión actual de Un enemigo del Pueblo, la obra de Ibsen, que narra la historia del doctor Thomas Stockmann, el director médico de un balneario en una pequeña ciudad, en la que el centro medicinal vertebra, directa o indirectamente, toda la actividad económica de la población, y sus habitantes dependen de su buen funcionamiento para mantener el creciente nivel de bienestar en el que viven desde que abrió.

Stockmann, como científico riguroso, descubre, haciendo unos análisis, que las aguas, que han hecho famoso su balneario, están contaminadas. No duda ni un momento en que su obligación es la de hacer público el descubrimiento para poner en marcha las medidas que solucionen el problema.

Los poderes fácticos convierten al doctor en un enemigo del pueblo. Le hacen pagar un precio muy alto. No quieren oír su informe. No quieren ver la realidad. No quieren que se conozca que el agua del balneario amenaza la salud de sus usuarios, con todas las consecuencias que de ello se derivan.

Ayer vi la obra de Ibsen en el Teatre Lliure (Un enemic del poble), en versión libre de Juan Mayorga y Miguel del Arco, en la que el doctor Stockmann antepone el compromiso con la verdad a cualquier otro interés, propio o ajeno. La esencia de la obra, escrita en el siglo XIX, se mantiene, con una total vigencia y actualidad.

La tendencia de la democracia a derivar en demagogia, sigue presente. El sacrificio de la verdad y del individuo, en aras del triunfo de los intereses particulares, disfrazados de intereses de estado, no es algo que haya pasado a la historia.

Casos de presunta corrupción los podemos seguir, si queremos comprobar cuál es el estado de nuestra democracia y quiénes son hoy verdaderamente los enemigos del pueblo. Ejemplos, los tenemos a mano, aunque los grandes medios, que también pactan con el poder, como en la obra de Ibsen, se hagan poco eco de ellos.

Josep Arenas

Enlaces: Concello de Santiago de Compostela, juzgado de Lugo

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