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Josep Arenas / Comunicación Social

Mayores, saludables, longevos y participativos

El primero de octubre es el día internacional de las personas mayores. Siempre es comprometido calificar a alguien de persona mayor. Por eso se han ido acuñando denominaciones que luego fueron siendo desplazadas, tales como viejo, anciano, o, la que plasmó la propia constitución de 1978, tercera edad. Más tarde, se distinguió entre tercera y cuarta edad. Y tiro por que me toca. ¿Cuándo se es, o no, una persona mayor? Resulta difícil definir ese concepto. He ahí el dilema.

Convencionalmente en España se cruza el umbral, como sabemos, al cumplir los 65 años, la edad de jubilación. Ello no es obstáculo para que, hoy mismo, haya, sobre la mesa del consejo de ministros, una propuesta de ampliar dicha edad a los 67 años, por ejemplo.

Nuestra población mayor es de 7,8 millones de personas, o sea el 16,7% del total, de las cuales las mujeres representan un 57,5 % (cuatro millones y medio) y los hombres un 42,5% (3,8 millones).

Lo interesante es que, a pesar de iniciar su nueva condición de mayores, muchas de estas personas no necesitan de cuidados especiales de otros. Incluso pueden y suelen servir de ayuda a los demás. Así sucede en tantos casos. Colectivamente se ha progresado en cuanto a esperanza de vida y ha mejorado su estado de salud. No se les  puede considerar como una carga social.

Por ello, debemos renovar nuestra visión sobre los mayores.  Claro que eso es difícil en medio de una subcultura que mira hacia la cirugía estética y el viagra,  y se obsesiona en evitar la vejez a toda costa. Es ahí donde, reconocer  y elogiar los valores de la edad madura,  tiene su mérito.

Incluso, según un estudio publicado este mes por la revista Science, los científicos se inclinan ahora por una nueva forma de definir la vejez que no está basada en la edad. Proponen la llamada tasa de dependencia por discapacidad en los adultos. Se basa en la relación entre las personas que necesitan asistencia y las que son capaces de valerse por sí mismas. 

El estudio muestra que si se tiene en cuenta la mayor esperanza de vida y el descenso de la tasa de discapacidad, muchas personas estarán envejeciendo más lentamente que lo predicho por las medidas convencionales basadas en la mera edad cronológica.  Es decir, a lo mejor tienen más edad pero viven más sanas, menos dependientes, participan más. Luego, son menos viejas de lo que indicaría su edad.

Es cierto, por tanto, que las mejoras en la salud y la longevidad permiten pensar en una lenta y previsible evolución de la edad de jubilación, justificada por el aumento del número de años de vida saludable en la vejez.

Es algo que podría ser aceptable si es admitido voluntariamente, en lugar de los duros e impuestos cambios normativos en la edad de jubilación, que únicamente pretenden ser justificados sobre la base de las limitaciones presupuestarias, dejando de lado los derechos del individuo.

En todo caso, el 1-O es un día especialmente oportuno, después del 29-S, para que las personas mayores –y todas las que llevamos camino de serlo- se organicen para proponer estrategias para solucionar sus problemas, ya sean: de jubilación, de suficiencia de las pensiones y  planes de jubilación, de participación en la vida social, cultural, política y productiva de su entorno; o de garantizar el acceso universal a los servicios sociales y prevenir la discriminación por razón de la edad o de género.

Un día, en cuatro palabras: mayores, saludables, longevos y participativos.

Josep Arenas

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Anónimo -

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