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Josep Arenas / Comunicación Social

Veinte años no es nada

Los señores del Instituto Nacional de Estadística (Ine) han calculado que, de seguir las tendencias actuales, en 2020 en España habrá, ni más ni menos, que 47.234.924 habitantes. Lo cual ya es afinar la puntería de las previsiones. Eso significa que en los próximos diez años el número de habitantes aumentaría solamente de 1,2 millones, un 2,7%.

Durante la primera década, hasta 2010, el crecimiento ha sido de casis seis millones de habitantes. Concretamente de 5,9 millones, lo que ha representado un crecimiento del 14,8%. Es decir, España ha crecido al ritmo de casi seiscientos mil habitantes al año (593.931 h.).

En la década que viene, en cambio, dicho crecimiento prácticamente se divide por cinco. Será solo de unos ciento veinticinco mil habitantes por año (124.591 h.), como promedio en el conjunto del estado. En algunas comunidades, aseguran los señores del Ine, que la población disminuirá. Es el caso de Galicia, Castilla y León o Asturias.

Durante la primera década del siglo, hemos vivido un gran crecimiento de la inmigración. Ese fue el factor principal que generó el crecimiento de la población. El colectivo de inmigrantes cubrió sobretodo la necesidad de mano de obra en el sector de la construcción, en los años de burbuja inmobiliaria. Plof! También, en la agricultura. Y, de una manera especial, la mujer, en el sector de servicios de ayuda familiar. Concretamente, en el sector doméstico y en labores de ayuda de dependencia familiar.

La primera década del siglo se ha caracterizado en nuestro país por el envejecimiento de la población y por la mayor incorporación de la mujer a la vida laboral. Por otro lado, en un momento en que España tiene uno de los índices de natalidad más bajos de la Unión Europea, la entrada de flujos migratorios ha supuesto un rejuvenecimiento de la población y un aumento sostenido de la tasa de natalidad. Lo necesitábamos.

Las previsiones para la segunda década son distintas. Se prevé un mayor envejecimiento de la población, un escasísimo aumento de la natalidad y una notabilísima disminución de los flujos migratorios. A destacar, que la población que no trabaja, la formada por los mayores de 65 años y por los menores de 16 años, será en 2020 del 55,1%. Más de la mitad de la población deberá ser sostenida por el resto. Eso, sin contabilizar a quiénes queden desocupados, estando en edad laboral.

En definitiva, el ritmo de crecimiento de la población se frena para una década. Las proyecciones demográficas prevén una mayor esperanza de vida, que pasaría a ser, al nacer, de 80,1 años, los varones, y de 86,1 años, las mujeres. Una baja natalidad, que sería de 1,51 hijos por mujer en edad fértil. Y un parón total en la inmigración.

De manera que, si en la primera década crecimos en población espectacularmente, en la segunda, hasta 2020, poco menos que disminuimos, ya que nos hemos sumergido en un decrecimiento del número de nacimientos ya que el número de mujeres en edad fértil es ahora menor.

La realidad social y económica que estas previsiones expresan, situarían en primer plano preocupaciones sociales de largo alcance, tales como: el apoyo a las políticas que contribuyen a elevar la natalidad y a la crianza; la promoción de la autonomía personal de las personas de edad avanzada y el apoyo a las situaciones de dependencia; y, una política de integración social y laboral de la población inmigrada y de rechazo frontal a la xenofobia.

Cuestiones, todas ellas, delicadas que exigen responsabilidad y una visión continuada del problema que comportan, para las cuales no es suficiente con planteamientos para cuatro años. Se trata de actuaciones que requieren acciones constantes. Como mínimo, para un par de décadas, si queremos sostener el equilibrio social, productivo y de apoyo comunitario y familiar.

La letra la conocemos. Alguien, con cierta tozudería, tendrá que ponerle música para empezar a bailar todos al son. ¿Tal vez a ritmo de  tango? Sentir, que es un soplo / la vida / que veinte años no es / nada.

Eso, Volver. E insistir durante veinte años.

Josep Arenas

3 comentarios

Mar -

Vivimos un momento histórico en el que se está produciendo una transición importante en el orden mundial. Todo cambia (menos la violencia de género que dolorosamente permanece). Tenemos la oportunidad de aprovechar esta crisis y estos cambios a nuestro favor,
A nivel asistencial, hemos pasado del modelo de sociedad sustentado por las mujeres de la familia, a otro que se apoya en mano de obra inmigrante. En este intercambio, también cultural, aprendes cosas como que tu hijo ha comido hoy “bastantísimo”; no confundir con “mucho”.
Al disminuir la inmigración, en el campo de la asistencia social, nos quedamos sin cuidadoras/es. Esto en países como Islandia, se ha resuelto de forma impecable con recursos pagados por la administración: residencias temporales de recuperación, importantes ayudas para el cuidado y mantenimiento de los hijos, cuidado de los mayores en su propia casa, etc
¿Cómo se resolverá este problema en nuestro país? Parece que el ingenio hispano y la improvisación tendrán que salir a relucir, porque aparentemente no hay una planificación a medio y largo plazo. El futuro es incierto y “el tiempo envejece deprisa” para la asistencia social española,

María -

Ahora quieren reducir el periodo de maternidad. Primero pusieron los 2500 euros y luego los quitaron. Hay muy pocas plazas públicas de guardería o no se puede acceder, aún con sueldos bajos de los padres. No se piensa en el bien común. Tiene que cambiar mucho todo eso.

marta -

20 años no es nada ..... NI 60 claro que no , a procrear .... .