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Josep Arenas / Comunicación Social

Nos queda la palabra

La ex presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, lo señalaba el lunes pasado en Santiago de Compostela, tras la conferencia inaugural del curso del Ateneo compostelano. "El ciudadano no tiene ninguna posibilidad de recurso para que los miembros del alto tribunal sean renovados en plazo", si esta renovación no se ha producido según lo establecido legalmente.

No quiero imaginarme la que se armaría si, finalizado un periodo legislativo de cuatro años, las Cortes no se disolvieran y no se convocaran elecciones. Impensable.

Pero si ese retraso se produce con un órgano del Estado, formado por doce personas, que tiene, entre sus facultades, la de interpretar la constitucionalidad de leyes orgánicas, aprobadas por las Cortes, o por un parlamento autónomo y refrendadas por la ciudadanía de una comunidad, todo sigue como si nada pasara.

Sucedió, como es harto conocido, en el caso del Estatuto de Cataluña, cuyo recurso se falló con un Tribunal no renovado. Pero los partidos, que tenían la responsabilidad de proponer y aprobar dicha renovación, ni siquiera pestañearon ante tal retraso. Sin embargo, ahora nos van a pedir el voto y, como se suele decir, “si te he visto no me acuerdo”.

Ante situaciones así, hay quien propone indignarse en la calle y votar en las urnas. En este caso hay quien propone votar en blanco. Sin embargo, creo que el voto en blanco no será efectivo mientras no se traduzca en escaños vacíos. No hará mella en quiénes persiguen ocuparlos.

Mientras tanto, lejos de los sillones de las Cortes, los valores de la libertad, la solidaridad y la justicia social se enfrentan a la avidez devoradora del capitalismo financiero hacia el Estado del Bienestar. La especulación financiera se permite comprar informes a académicos o artículos a periodistas. Y una agencia de calificación puede hundir un país. O barrer un gobierno. Es una guerra sin bombas.

Nos queda la palabra.

J.A.

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