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Josep Arenas / Comunicación Social

Salir de la isla

El pasado fin de semana estuve en Portugal, en Oporto, donde el domingo se celebraron las elecciones municipales, las “autárquicas”. Comentando, el sábado, con un taxista, sobre cómo se presentaba la contienda, me decía que él no iría a votar, a la vez que se quejaba de que estaba harto de tanto trabajar para nada. “La otra noche estuve trabajando seis horas para ganar, total, seis u ocho euros”, decía. “Yo voy a comisión, ¿sabe? No merece la pena trabajar tanto para nada”.

El resultado ha sido, como saben, que las elecciones “autárquicas” se han caracterizado por una alta abstención, alrededor del 44%, y por un severo castigo al partido del gobierno de centro derecha, que ha perdido las alcaldías de las ciudades más importantes, varias de las cuales han pasado a manos de los socialistas y de coaliciones de comunistas y verdes.

La situación real de Portugal la vi retratada en una exposición de fotografía, en una antigua cárcel, un edificio transformado en centro cultural, de Oporto. Una de las fotos venía acompañada de esa precisa descripción: “Portugal atraviesa una de las peores crisis de su más reciente historia. El desempleo alcanza niveles antes nunca vistos, el comercio cierra, los servicios se reducen, la ayuda social empieza a formar parte de lo cotidiano de muchas familias, la población envejece, la generación más joven, la más cualificada, sale del país por necesidad y sin voluntad de volver, por no alcanzar o por no identificarse con el Portugal de hoy”.

“Una de las principales diferencias entre Portugal y los demás países en grave situación económica es la vergüenza con que se vive la crisis”, dice el fotógrafo Pedro Nunes, en esa exposición que lleva por título A crise envergonhada. “La nuestra es una crisis de vergüenza, de puertas adentro, y Lisboa es una capital fría, parada en el tiempo, repleta de tiendas vacías, sombras, reflejos y gente cabizbaja”, remata.

A la vuelta, veo que, en Madrid, la Troica, ha dicho que hay que vigilar de cerca a la banca española (la que recibió 39 mil millones para su "saneamiento"). Es la misma Troica que controla el préstamo de 78 billones que le fue concedido a Portugal para superar sus dificultades financieras y que “Sólo le ha traído austeridad y más austeridad, resultando un país sumergido en desempleo, pobreza y la desesperación, sin final a la vista”, en opinión de la fotógrafa Patricia de Melo Moreira.

Mi vuelta coincide también con la presentación, por el gobierno español, de unos presupuestos que se caracterizan por la bajada del poder adquisitivo de los pensionistas y de las prestaciones a los parados y a las personas dependientes. Con una inflación prevista del 1,5 %, subir las pensiones solamente un 0,25%, significará una pérdida de poder adquisitivo de millones de personas, como mínimo del 1,25%. Por poner un ejemplo.

El diario portugués Público aparecía el domingo con el siguiente titular de portada: “La pobreza, una isla de la que no se sale”. Países, de la misma península, deberíamos mirarnos más a menudo, sin vergüenza alguna, para saber qué es lo que nos está pasando y cuáles son las verdaderas salidas. En lugar de mirar hacia otro lado.

JAP

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