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Josep Arenas / Comunicación Social

Prevenir, a la velocidad adecuada

Hoy finaliza noviembre, este mes que comienza recordando a los difuntos y que, desde hace cinco años, dedica su tercer domingo a recordar a las víctimas de los accidentes de tráfico que se producen en las carreteras.

Semana tras semana salta el escalofriante dato de los fallecidos y heridos en carretera y nos golpea una sensación de impotencia y pesadumbre. Aún a pesar de que el número de víctimas mortales y de grandes lesionados se ha reducido a menos de la mitad en una década, en España.

El recuerdo de las víctimas mortales y de los heridos es importante. Estar al lado de sus familiares y de todos aquellos que soportan el dolor y los efectos psicológicos y económicos de dichos accidentes es necesario. Comprenderles nos acerca a un camino común. Permite ayudarles. Y a su vez, permite ayudarnos, reflexionar y mejorar la seguridad vial.

El objetivo es casi imposible: “accidentes, cero”. Pero la situación de la que partimos –algo menos de tres mil muertes al año- es mejorable a todas luces.

Hemos hecho grandes progresos, mediante acciones orientadas a evitar el alcohol en la conducción, a incrementar el uso del cinturón y del casco hasta el cien por cien y a no manipular el móvil o el Gps, mientras se conduce. La asignatura pendiente para reducir las causas de accidentes y las víctimas del tráfico sigue siendo el exceso de velocidad o la velocidad inadecuada. Es la gran prioridad.

Para sensibilizar y educar a los conductores sobre la necesidad de circular a la velocidad adecuada, es conveniente conocer cuáles son sus creencias y actitudes al volante. Al parecer, muchos conductores se autoeximen de cumplir con las velocidades permitidas o adecuadas porque consideran, a menudo, que: “las carreteras de hoy en día permiten circular con seguridad a una velocidad mayor de la que se indica”; o que “los límites que marcan las señales, no se ajustan a las condiciones de circulación”; o bien que “tengo prisa por llegar a mi destino”; o tal vez que “tengo un vehículo que por sus prestaciones me permite circular a una velocidad superior”, según expone el estudio publicado este 2010 sobre los comportamientos de los conductores (Montoro, Roca y Lucas-Alba).

Es necesario que el conductor perciba la peligrosidad real de la velocidad excesiva o inadecuada, a la que se expone y expone a los demás, para avanzar en la prevención de accidentes. Las labores educativas y de concienciación que vienen realizando algunas personas con lesiones medulares o cráneo-encefálicas a causa de accidentes de tráfico, son un ejemplo de sensibilización y recuerdo de las víctimas.

Pero es necesario hacer hincapié en una realidad que, de tan cotidiana, puede convertirse en desconocida, a pesar de su peligrosidad. Conductores y peatones es necesario que seamos conscientes y responsables de los peligros que corremos, para prevenirlos. Mientras que estamos a tiempo.

Josep Arenas

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