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Josep Arenas / Comunicación Social

Despilfarros públicos, alimentos privados

Frente a la cafetería desde la que escribo estas líneas hay un centro social que hoy no ha abierto sus puertas porque el ayuntamiento no ha pagado la factura de la luz. Todo lo demás no se lo voy a contar porque ya lo sabemos: la jefatura del estado y su familia, el tribunal constitucional sin recambios, un tribunal supremo libre de toda sospecha, la banca de mi casa es particular, la prima que se precipita por el abismo y una radiotelevisión de quién manda, que ya está el público para pagarla…

Pero ahora resulta que la culpa de todo lo que está pasando, de la laminación o directamente amputación del estado de bienestar, de la pobreza creciente, del paro que no cesa, del debilitamiento del sistema democrático…, no es de los excesos en los despilfarros públicos diversos conocidos, sino que la tenemos los ciudadanos que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, según no se cansan de decir determinados portavoces políticos, mediáticos o estrambóticos.

Pues muy bien. Pongámonos todos a vivir de acuerdo a nuestras posibilidades. Pero todos, desde un alfiler a un elefante. Como individuos, como sociedad, como sector público, como país. Si es demagógico trasladarnos la responsabilidad de la irresponsabilidad de los poderes públicos y financieros, no es menos cierto que todos podemos y, seguramente debemos, cambiar muchos de nuestros hábitos y normas.

Se ha reconocido, pongamos por caso, que en la Unión Europea se podría evitar malgastar la mitad de la comida que se tira a la basura. Una de las medidas propuestas para evitarlo sería permitir que los comerciantes reduzcan el precio de los alimentos frescos por debajo del coste de producción cuando estén próximos a la fecha límite para la venta. Otras medidas son las relacionadas con campañas de concienciación, cursos educativos, un mejor empaquetado de los alimentos y un nuevo sistema de etiquetado en las fechas de caducidad.

Curiosamente no contemplamos, entre los responsables políticos e institucionales, la promoción de actividades de este tipo que, de llevarse a cabo, estarían en sintonía con la situación de crisis económica y la disminución creciente de ingresos de las familias. Detecto que el centro social, desde el que se podrían realizar las actividades formativas y de sensibilización de este tipo, ha bajado sus puertas por pura negligencia. Mientras, se tiran una media de 179 kilos de alimentos cada año por ciudadano europeo, según datos del propio Parlamento Europeo.

Josep Arenas



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