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Josep Arenas / Comunicación Social

España, campeona en desigualdad, Iva incluido

España es el país de la eurozona con más desigualdad entre los ingresos de los más ricos y los más pobres, ya que si la quinta parte más rica de la población acapara el 39,8% de la renta, la quinta parte más pobre solamente reúne el 5,8%, según los datos de Eurostat correspondientes al año 2010.

Si echamos la vista atrás y repasamos los datos de 2007, comprobamos que, estas diferencias eran algo menores, ya que entonces la quinta parte más rica de la población acaparaba el 38,6% de la renta y la quinta parte más pobre el 7,3%, según la misma fuente estadística oficial europea.

Concluimos pues que desde 2007 a 2010 caminamos en el sentido inverso al de la igualdad y alcanzamos el dudoso honor de ser el país más desigual del los 17 que componen la eurozona, cuando en el mismo periodo ni las desigualdades internas en los demás países, ni las del conjunto de la eurozona, ni las de la Unión de los 27, se incrementaron. Paradójicamente disfrutamos mientras tanto de la imagen de campeones que nos concede la selección ibérica de futbol.

De alguna manera la creciente desigualdad es un reflejo de que el coste de las reformas y recortes aprobados para combatir la crisis lo están pagando las capas más humildes y desvalidas. La austeridad va dirigida fundamentalmente a los más pobres: pensionistas que tienen que pagarse medicamentos o presos a los que se les suprime la merienda, no son más que ejemplos.

Por si fuera poco, aprovechando este ambiente de euforia colectiva que se generó el pasado domingo en Kiev, nada nos extrañaría que, en los próximos días, el gobierno aprobara la subida del Iva, que reclama Bruselas.

Una subida que podría comportar que productos básicos como el pan, la leche, huevos, verduras y otros productos de primera necesidad, actualmente gravados con un Iva del 4% podrían pasar a tipos del orden de 18% actual o superiores.

Está claro que subir los tipos más bajos del impuesto no sólo detraería el consumo sino que perjudicaría más a las rentas más bajas. De nuevo castigaría más a las clases medias y bajas y contribuiría a agrandar más todavía la diferencia entre ricos y pobres, si tenemos en cuenta que cerca del 60% del gasto familiar está sujeto actualmente al tipo de Iva reducido, del 8%, y superreducido, del 4%.

Queremos pensar que con las medidas que tomará, sin duda, próximamente el Gobierno, España no revalide –emulando en sentido inverso a los campeones- el primer puesto europeo en desigualdad social.

Josep Arenas

6 comentarios

Josep -

Se inyectarán millones de euros para sanear bancos podridos y se recortan dotaciones para los más frágiles que, cada vez más, pasan a engrosar las grandes bolsas de exclusión.

Sin embargo todos sabemos que, a más medidas de austeridad, más paro, menos crecimiento, más recesión y quizá más depresión.

Las medidas que toma el gobierno de Rajoy son contrarias a todo lo que había prometido para ganarse la confianza del electorado.

De ahí el desconcierto y la causa de la desconfianza que se observa en la sociedad, cada día de forma más extendida.

Ello contribuye al deterioro de las libertades y de las conquistas sociales, por lo que, si no cambiamos de rumbo, acabará perjudicando la democracia y destruyendo el estado de bienestar.

Natalia -

Un reto necesario, imprescindible. Un plus, si cabe: darle a la economía, al dinero, una función social que pueda dotar de auténtico contenido a derechos ya reconocidos.

Josep -

Quisiera darle un sesgo optimista al anterior comentario de Natalia. Creo que debemos resolver la contradicción de valores que existe actualmente entre la economía que están desarrollando los poderes políticos y financieros y la economía que creo que pretende construir la sociedad española.
Para ello es necesario incentivar y premiar una nueva economía que tenga por finalidad el bien común. Eso pasa, en primer lugar por mantener, en la economía -en la empresa- los mismos comportamientos y valores que tiene éxito en las relaciones humanas. ¿Cuáles? Ni más ni menos que: honestidad, empatía, confianza, estima, cooperación, solidaridad, voluntad de compartir. Coincido por lo tanto con la propuesta que nos presenta Christian Felber en su reciente libro La economía del bien común, Deusto, 2012.
Nuestro sistema constitucional, efectivamente, “proclama su voluntad de garantizar la convivencia democrática (…) conforme al orden económico y social justo”, como recoge el preámbulo de la Constitución de 1978. Sin embargo, como bien manifiesta Natalia “estamos viviendo un bárbaro retroceso”.

El retroceso es tal que el sistema económico real actual vulnera el espíritu constitucional, a la vista de lo que estamos viviendo últimamente y en particular estos días. Recordemos sino algunas de las letras del citado espíritu constitucional, cuando la Carta nos dice que “toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere si titularidad está subordinada al interés general” (art. 128 CE) o que “el Estado (…) podrá (…) estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución” (art. 131 CE) ¿Dónde quedan estos valores?

Es necesario que demos un paso hacia adelante en un proceso participativo y abierto que permita construir -a partir de valores fundamentales como la confianza, la solidaridad, la voluntad de compartir y el aprecio- una sociedad más democrática en la que las desigualdades de ingresos y de riqueza sean limitadas y en la que el indicador de éxito se mida por el bien común obtenido.

Un emocionante reto. Sólo válido para optimistas. Consulten Christian Felber, La economía del bien común.

Natalia -

Que triste es comprobar, en pleno siglo XXI, el retroceso tan bárbaro que estamos viviendo en el ámbito de unos derechos básicos, necesarios, casi inherentes al ser humano. Hace unas décadas España conquistó la libertad de pensamiento, de opinión, de información. Nuestra Carta Magna la identifica como un valor superior, junto con la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Miramos a nuestro alrededor, y, en apariencia, seguimos en posesión de esa libertad tan añorada en otros tiempos y cuya importancia solo destacamos cuando en algún momento nos vemos privada de ella. Sin embargo, eses otros principios, el de la igualdad y el de la justicia, están de capa caída, viven momentos turbios y esas cifras que se citan en el artículo reflejan una diferencia cada vez más vergonzosa entre ricos y pobres, diferencias no solo en el ámbito económico sino también en la exigencia de responsabilidades ante instancias gubernativas y judiciales. Ambos, ricos y pobres, parecen gozar todavía de libertad: tanto el pobre como el rico pueden pensar libremente, pueden opinar sobre múltiples temas, pueden circular sin restricciones, pueden publicar sus ideas …., pero esa libertad sin una auténtica igualdad de base, sin una auténtica igualdad de oportunidades, deja a medias toda conquista social.
Voy más allá: se puede defender el enriquecimiento, a fin de cuentas no es un delito crecer económicamente, pero cuando su origen está directa e indirectamente relacionado con un intencionado empobrecimiento de una parte importante de la sociedad, a la que cada vez es más difícil garantizar unos mínimos de dignidad, entonces ya estamos hablando de una riqueza miserable, injusta, ilícita.
Personalmente creo que lo que nos falta es apostar por lo que considero un principio fundamental, el de la solidaridad, el de la fraternidad, tanto individual como colectiva. A partir de ahí, puede nacer una verdadera conciencia ética que ponga freno a tanto desvarío.

Anónimo -

desde logo que é un moi bon article . e un dato non coñecido abondo sobre o que suporá nas clases medias e baixas o incremento do iva .
por outra banda un escándalo o do bocadillo dos presos .... pero en que pais vivimos ?. que demo aforra eso e aceptamos a amnistia fiscal dos defraudadores sen multas , sen recargos , sen cárcere e por suposto con bocadillo , caviar e yates .

Anónimo -

bon article