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Josep Arenas / Comunicación Social

La pérdida de fuerza moral

Hay casi seis millones de personas en el paro y las familias con todos sus miembros desocupados alcanzan los 1,8 millones. Se estima que doce millones de personas sufren pobreza o riesgo de exclusión. La renta disponible de las familias ha disminuido de tal manera que en el panorama cotidiano observamos una gran caída del comercio. El cierre de tiendas forma parte del paisaje cotidiano. Una excepción la encontramos en la frecuente apertura de nuevos comercios de compra y venta de oro. Desconozco los datos concretos en España pero, según la Casa de la Moneda de Portugal, desde el inicio de la crisis, en 2007 hasta 2012, el número de establecimientos de este tipo creció en más de dos mil, pasando de 4.792 a 6.876, en el vecino país.

Ante la situación de creciente malestar social y de crisis de la cohesión social, contrasta la generosidad con la que ha sido tratado el sistema financiero. Ha recibido multimillonarias ayudas, sin ningún tipo de condicionalidad que permita verificar lo que se hace con el dinero de todos. Frente a dichas ayudas, los flagrantes recortes en las políticas sociales: en educación, sanidad o servicios sociales. Eso, teniendo en cuenta que partíamos de un estado en el que el gasto en protección social alcanzaba solamente el 87% de la media europea. Para mayor inri, no hablemos ya de la generosidad, sino impunidad, con la que han sido tratados los evasores fiscales.

Todo ello, junto a los nunca aclarados casos de corrupción, y la falta de pedagogía de los gobernantes para ofrecer una visión articulada del por qué de todo lo que sufrimos, conduce a su pérdida de fuerza moral ante la sociedad. No haber contrapesado el rescate a la banca y la amnistía fiscal con un blindaje de las ayudas y prestaciones sociales a las personas más necesitadas, crea un agravio moral que desemboca en un gran malestar social.

Aunque, ante la necesidad urgente emprender políticas que promuevan la ocupación y persigan el fraude fiscal, no nos deberá extrañar que cualquier día aparezca algún gobernante que nos explique que el espectacular aumento de tiendas de compra y venta de oro supone un indicador del crecimiento del empleo. Pero ya sabemos que no es oro todo lo que reluce.

Josep Arenas

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