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Josep Arenas / Comunicación Social

Los retos de una sociedad envejecida

En 1750 la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 40 años en países de la Europa occidental, como el nuestro, mientras que ahora es de 82,2 años. La larga vida es un logro de los avances científicos, en salud y en bienestar social. La otra cara de la moneda exhibe la incapacidad política de hacer sostenible la organización social y la financiación necesaria para facilitar una larga vida digna y saludable al conjunto de la población.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) abordaba la sostenibilidad de una población longeva, el año pasado, cuando, en la presentación del informe sobre El envejecimiento en el mundo, se refería al "riesgo de que la gente viva más de lo esperado". “Vivir más es bueno -decía- pero conlleva un riesgo financiero importante". Para terminar sentenciado cínicamente, sobre “los riesgos de la longevidad” y advertir que "nos va a costar más como individuos, a las corporaciones y a los gobiernos”. Otros hicieron declaraciones más irritantes. Recordarán que, semanas atrás, el ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, en un alarde de mala educación, se refirió a las personas mayores diciendo que: “se den prisa y se mueran, para aliviar la carga fiscal de los japoneses por su atención médica”.

Precisamente España es uno de los países más envejecidos del mundo y concretamente Galicia es un ejemplo de los preocupantes problemas que se derivan del envejecimiento. Hay que tener en cuenta que índice de envejecimiento en Galicia, a finales de 2011 alcanzó los 143,1 puntos. Esto quiere decir que por cada cien personas menores de 20 años hay 143 con 65 años o más. Un dato alarmante que, en provincias como Lugo y Ourense, con índices de 211,6 y 217,9 respectivamente, alcanza tintes espectacularmente dramáticos, ya que por cada 100 menores de 20 años hay más de 200 jubilados. Los datos los revela la última encuesta, sobre Bienestar y Condiciones de Vida, publicada por el Instituto Estadístico de Galicia (IGE), referida a finales de 2011.

Una realidad, la gallega, que pone de relieve, entre otros problemas sociales, un imposible el relevo generacional en algunas regiones europeas donde los mayores de 65 años rondan ya el 23% de la población y donde 11 de cada 100 hogares está formado por un jubilado que, por diferentes circunstancias sociales, le toca vivir solo, como Galicia. Otro dato ilustrativo de la sociedad hacia la que nos dirigimos es que el 21% del millón largo de hogares contabilizados en Galicia está formado por personas de 65 años o más y el creciente número de personas que superan los 80 años, actualmente el 7,25%.

El peso de los mayores en la tipología de los hogares, si atendemos el caso de Galicia, exige atenciones para evitar derivaciones sociales de soledad, aislamiento o inaccesibilidad. Es necesario dotarse de ayudas personales y técnicas y de una organización de servicios adecuada.

Unos retos, que exigen un compromiso político y económico, con el establecimiento de prioridades presupuestarias, de modelo de vida y de organización social, garantizando, las administraciones públicas, para ello, una renta básica y los servicios de atención a la dependencia necesarios. Y además, de una actitud de toda la sociedad, que recoge esa palabra, que da título a la magistral película de Michael Haneke y que trata certeramente el caso de un hogar formado por una de esas parejas octogenarias: Amor.

Josep Arenas

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