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Josep Arenas / Comunicación Social

Menores, indefensos ante la crisis

A pesar de la crisis que arrecia desde 2007, el estado de bienestar, que constituyen las prestaciones que ofrece el sector público, continúa blindando a la ciudadanía contra la pobreza.

Un dato conocido, que corrobora dicha afirmación, es lo que sucede con las rentas de los ciudadanos de mayor edad, quienes disfrutan de una pensión. Ellos constituyen el grupo social que menos se ha visto afectado por la crisis económica, en cuanto al peligro de precipitarse hacia una situación de pobreza.

Incluso se puede afirmar que, desde 2007 a 2011, el índice de pobreza en este sector de población, de quienes superan los sesenta y cinco años, ha retrocedido más de ocho puntos en España y se sitúa próximo a la media europea, según el análisis realizado por el área de estudios de la Caixa, que compara diversos indicadores sociales con los de demás los países europeos.

En cambio, los nietos de dicha generación, los niños, ven como se dispara la pobreza hasta índices del 28,6 por ciento, a diferencia de lo que sucede entre las personas mayores que, aún cuando pierden poder adquisitivo con sus pensiones y deben afrontar copagos sanitarios, farmacéuticos y sociales, no llegan a caer en la pobreza con la misma frecuencia que el resto de la población: la que está en edad de trabajar y sus familias.

La tasa de pobreza se está cebando en la población infantil, cuando sus padres se encuentran en situación de desempleo, ya que, en los hogares en los que los padres tienen trabajo, el índice de pobreza alcanza a un 9,5%, pero la cifra adquiere tintes dramáticos cuando las familias, los progenitores, se encuentran sin ocupación, ya que el índice de pobreza alcanza el 78%.

Se hace evidente, por lo tanto, que la población infantil no tiene este factor de amparo, del estado de bienestar, que favorece al grupo de pensionistas, sino que el infortunio de los padres, en el paro, es también el suyo.

El eslabón más débil de la cadena, la infancia, sufre así problemas de malnutrición, de falta de rendimiento escolar y otros déficits, derivados de sus circunstancias sociales, con graves consecuencias y carencias.

Según el citado estudio, transcurridos cuatro años de la crisis, en 2011, con cuatro millones más de parados que en 2007, el índice de pobreza para el conjunto de la población, se situaba ya en el 21,1%, quedando los menores como los más perjudicados e indefensos ante esta situación.

Josep Arenas

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