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Josep Arenas / Comunicación Social

La presión social, más necesaria que nunca

Dos historias, llenas de humanidad, nos han conmovido en esta semana de inicio de primavera. Una, la del indulto parcial a David Reboredo, el joven vigués rehabilitado, tras una vida marcada por la droga. La otra, la de Mohamed Aziz, el deshauciado del Maresme, que pidió amparo judicial por entender que los términos de su préstamo eran abusivos y que, no solo ha conseguido que el Tribunal europeo de Justicia le haya dado la razón, sino que ha obligado a modificar la legislación hipotecaria española.

En el caso de David, como se sabe, se vio obligado a entrar en prisión por dos delitos, uno de 2006 y otro de 2009. Ha sido su padre,  Edmundo Reboredo,  manifestando que  «David está limpio desde hace tres años y es un chico rehabilitado y además colabora con centros de ayuda a drogodependientes en Galicia para que otros no cometan sus errores; David merece el indulto», que ha obtenido el apoyo de más de 202.000 ciudadanos anónimos que le han ayudado a recuperar su libertad y a que no sufriera una recaída en la enfermedad que supone la drogadicción.

En el caso de de Mohamed Aziz, ha sido un ciudadano, que en 2010 fue desahuciado, -quedándose la Caja con la vivienda por el 50% del precio de tasación y debiéndole 40.000 euros de la hipoteca y otros 42.000 de intereses de demora y costas- quien ha formulado una pregunta al Tribunal de Justicia europeo, a través del juez José María Fernández Seijo, sobre cómo se debía actuar ante un posible caso de clásulas abusivas en un contrato hipotecario, para que todo el mundo constatase que la legislación necesita cambios imperiosamente.

Un largo camino que siempre empieza por un primer paso. Es David contra Goliat. Se trata de problemas sociales, sencillos sobre el papel, como considerar que un drogadicto sufre una enfermedad. O como considerar que una legislación hipotecaria no es justa cuando deja en inferioridad de condiciones al consumidor.

Parece muy sencillo pero se han necesitado fuertes movimientos de protesta exigiendo soluciones. Hasta que una acción individual, como la de Edmundo Reboredo o la de José María Fernández Seijo, han recibido la solidaridad de miles de ciudadanos y han sido capaces de dejar en evidencia que la práctica legal habitual era inadecuada.

De pronto el gobierno ha considerado necesario el indulto. De pronto el gobierno ha considerado necesario modificar la legislación hipotecaria. De pronto la presión social se hace más necesaria que nunca. De pronto la primavera ha venido y nadie sabe como ha sido.

Josep Arenas

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